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Manuela del Campo, la joven hija conflictuada de Casi normales, una obra de culto

La joven actriz habla del suceso del musical que acaba de retomar su octava temporada en el Metropolitan y pasa revista a su historia con el género

Creció en una familia muy musical, en la que todos cantaban y eran fanáticos de las comedias musicales. No es extraño, entonces, que Manuela del Campo haya querido desde niña dedicarse a ese género teatral. “Nací el año en que se estrenó Rent en Broadway y, no me pregunten cómo, pero recuerdo que el cd no paraba de sonar en casa”, relata la actriz, que acaba de cumplir 25 años. Luego, la banda de sonido de su primera infancia fue Miss Saigon, y a los cinco años, cuando en una grabación casera sus padres descubrieron su natural afinación, decidieron enviarla a estudiar canto. Su profesora Belén Mackinlay (entonces actriz de musicales, hoy cantante folklórica), le enseñaba temas de Annie y del álbum Broadway Kids, “y me hacía interpretar las canciones, pensar en las letras, disfrazarme y unir lo vocal con lo actoral”. El aprendizaje continuó como espectadora. La primera vez que vio un musical en vivo fue en Broadway, se trató de Aida, con música de Elton John, basado en la famosa ópera de Giuseppe Verdi. “Mis padres me cuentan que me abalancé sobre el escenario y no despegué los ojos de lo que allí ocurría durante toda la función. Obviamente no entendía la obra pero flasheaba igual”, asegura. A partir de esa experiencia su lema de vida es: “La música y el canto son mi familia y la actuación es mi amor”.

A los 16 años tuvo la primera oportunidad profesional de la mano de su padre, Pablo del Campo. El publicista había decidió incursionar en el mundo teatral y pensó en su hija para coprotagonizar su primera apuesta en el rubro: la versión local del laureado musical norteamericano Next to Normal (Casi normales), de Brian Yorkey (libro y letras) y Tom Kitt (música), del cual había comprado los derechos. “Hice el casting como todos y el director de la obra, Luis Romero, indicó que no estaba preparada para semejante desafío. Y tenía razón: yo aún estaba en la secundaria y mi mentalidad era prácticamente la de una niña”. Pero aunque no quedó como titular en el papel para el que audicionó (el de Natalie, la hija de Diana Goodman: la mujer que sufre de un trastorno bipolar y es centro de un drama médico-familiar, que incluye una crítica a la psiquiatría moderna y a la vida suburbana) fue invitada a sumarse como cover, posible reemplazo en algunas funciones de Florencia Otero, la actriz que había sido finalmente elegida para el papel.

Lo más importante de todo es que el proyecto me unió muchísimo a mi papá, Casi normales nos dio un punto de conexión en medio de una edad difícil y de un momento en que él viajaba mucho por sus múltiples obligaciones laborales. Antes, para verlo, yo tenía que trasladarme por el mundo; ahora lo tenía al lado mío, en un teatro. Casi normales hizo que se quedara en Buenos Aires y nuestro vínculo creció tremendamente”, afirma, y agrega: “Con él aprendí todo sobre el proceso creativo de una obra, no sólo el trabajo sobre el escenario sino todo lo que significa llevar adelante un proyecto teatral grande. Aprendí a empatizar con todos los departamentos, no solamente con el de actores. Esto es algo que me encanta, gracias a él no me restrinjo a mi lugar de actriz sino que puedo ver más allá en cada proyecto que encaro. Me da una visión general y completa del espectáculo. Así tomo conciencia de todo lo que hay que trabajar para que una obra funcione: no es cuestión simplemente de promocionarla y esperar a que la gente venga. Hay que mover mucho todo para que eso suceda. Me refiero al trabajo en las redes y en general a la comunicación y a las acciones, a cómo integrar al público y hacer que la obra no sea sólo eso sino toda una experiencia y que la gente se sienta parte de ella y también de una comunidad. Eso, con Casi normales, se logró perfectamente desde el primer día. Ver que la gente vuelve y vuelve a revisitar la obra es muy hermoso, es que se sienten parte de la casi normalidad. ¡Hay personas que vieron la obra como 100 veces! Sin dudas Casi normales genera adicción”.

El 5 de enero del 2012 la obra se estrenó con éxito de público y crítica en el Teatro Liceo; y dos años más tarde, pero en otro escenario, el del Teatro El Nacional, Manuela pudo hacerse definitivamente del rol que tanto anhelaba, cuando Florencia Otero se marchó de la compañía para encarar otro trabajo. A partir de ahí, año tras año, siempre fue Natalie, “la joven estudiante que pretende ser perfecta en todo y se siente invisible en su propio hogar, el personaje testigo del drama familiar”. “Pero como la obra se hacía por temporadas cortas me dio la posibilidad de, en medio de reposición y reposición, ir haciendo otras cosas”. Así Manuela se refiere a los cursos de actuación y de combate teatral (para aprender a usar espadas, y a pegar y caer sobre el escenario, en escenas de lucha) que tomó en Nueva York y Los Angeles y a su incursión en otros espectáculos: Criatura emocional (de temática femenina y neto corte generacional), El mago de OzOrdinary Days y, fundamentalmente, El violinista en el tejado, donde interpretó a una de las hijas del lechero Tevye, que encarnaba Raúl Lavié. “Trabajar con él fue increíble. Había días en que todo el elenco estaba cansado y él llegaba y nos decía: `qué hacen ahí con esas caras de dormidos, levántense que hay que hacer la función mejor que nunca´. Su energía era absolutamente envidiable. ¡Era el más joven de todos! Desde entonces pienso que cuando sea grande quiero ser como él”, asegura. Más allá de Lavié, dice admirar y mucho –entre los exponentes del género del musical en Argentina–, a Laura Conforte y Martín Ruiz, “mis dos papás en Casi normales”, y a Natalia Cocciuffo; mientras que de Broadway se inclina por Eva Noblezada (que protagonizó la última versión de Miss Saigon), Sierra Boggess (que debutó haciendo La sirenita y luego fue Christine en El fantasma de la ópera) y Patti LuPone (que ganó sendos Tony por sus trabajos en Evita y Gypsy), “que me parece lo más de lo más, la madre de todas”. “En definitiva, admiro mucho a la gente que sabe contar una historia más allá de la voz que tenga, a los actores que cantan. En ese sentido, me gustaría convertirme en una gran actriz de musicales, mi obsesión pasa por saber relatar un cuento y, a la vez, transmitir emociones”.

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Hace pocos días Casi normales volvió a subir al escenario del Teatro Metropolitan, donde había comenzado su octava temporada en el verano. “Estoy muy contenta con este regreso, cuando se cerraron los teatros por la aparición de la nueva ola de contagios nos quedó como una sensación de abandono; teníamos un montón de entradas vendidas e incluso nos íbamos a pasar a otra sala. El teatro no había arrancado muy bien, pero a nosotros nos iba bárbaro”. Y cuando dice nosotros habla de sus compañeros de elenco: Laura ConforteMartin RuizFederico LlambíMáximo Meyer y Bruno Coccia, y del director Julio Panno, con quienes ahora comparte funciones los viernes y sábados a las 20:30 y los domingos a las 20. “Decidimos quedarnos en el Metropolitan, que es grandísimo, pero aún así seguimos generando la atmósfera de intimidad que requiere la obra. Serán sólo 12 funciones, porque por lo que estamos viviendo hay que apostar a corto plazo, pero con esta obra nunca se sabe: tal vez estas no sean las únicas funciones del año ni esta la última temporada del espectáculo. Tenemos ganas de festejar en el 2012 los 10 años de Casi normales en la Argentina. Yo me atrevo a soñarlo, ¿por qué no? Si eso se hace realidad, me despediré de Natalie tras una década de aprender a amarla. Y no me parecería tan loco que después, dentro de 20 ó 30 años, con mucho camino recorrido, vuelva a visitar la obra y me pare en un escenario para darle vida a Diana, el corazón y el alma de Casi normales”.

Manuela del Campo, Jennifer Damiano y Jana Gómez encarnaron el mismo papel de Casi normales en la Argentina, los Estados Unidos y España, respectivamente

. La Nación

. 24/07/2021